Si el emperador me quiere, que me pague, pues sólo el honor de estar con él no me alcanza.
Wolfgang Amadeus Mozart
La finalidad del arte es dar a la gente un mayor nivel de conciencia.
Brassaï
La Filosofía es la verdad medicina del alma.
Cicerón
Esperar lo inesperado. Aceptar lo inaceptable.
Confucio
Supe que tenía que retirarme cuando Messi me pasó corriendo por al lado en el partido en casa.
David Beckham
Una de las cosas que debe hacer un científico de la computación es distinguir entre los problemas específicos de la ciencia de la computación y el uso de las computadoras en la sociedad.
Edsger Dijkstra
Tienen más cualidades de lo que tú mismo crees; pero para saber si son de oro bueno las monedas, hay que hacerlas rodar, hacerlas circular. Gasta tu tesoro.
Gregorio Marañón
Si han de creer lo que dices, igualmente te creerán sin jurar que jurando, y si no han de creerte, cuanto más jures más se alejarán de ti.
Juan Luis Vives
Los enemigos de la Patria, por consiguiente nuestros, están todos muy acordes en estas ideas; destruir la nacionalidad aunque para ello sea preciso aniquilar a la Nación entera.
Juan Pablo Duarte
Sólo tu labio, tu mano bella mi fuego ardiente calmar pudieran.
Juan Valera
Imagina si pudieras embotellar un recuerdo como un aroma. Podrías abrirlo cuando quisieras. Sería como revivir el momento.
Lily James
El oro es como las mujeres, que todos dicen mal de ellas y todos las desean.
Lope de Vega
Vamos a darnos indiscriminadamente a todo lo que sugieren nuestras pasiones, y siempre seremos felices... La conciencia no es la voz de la naturaleza, sino sólo la voz de los prejuicios.
Marqués de Sade
El éxito es sólo la mitad de bonito cuando no hay nadie que nos envidie.
Norman Mailer
Con frecuencia, un perezoso es un rebelde sublevado ante la idea de estar toda la vida atado a un banco, trabajando para dar placeres al patrón, al que sabe más estúpido y sin más razón que la de haber nacido en un palacio en vez de un cuartucho.
Piotr Kropotkin
El hombre es hijo de su pasado mas no su esclavo, y es padre de su porvenir.
Viktor Frankl