Nosotros debemos nuestra vida a dios, por eso si se la pagamos hoy, no se la deberemos mañana.
William Shakespeare
Y apenas he encontrado el origen del abismo. No busco nada que tenga nombre.
Alejandro Lanús
Ante la lógica, a veces dudo. Pero lo imposible me parece probable a primera vista.
Alphonse Allais
Esperar es peor que nacer, porque solamente espera el que se muere de esperar sin hacerse con la vida otra cosa que esperar.
Carmen Conde
Algunas personas compran para vivir, pero yo vivo para comprar.
Cyndi Lauper
El coche más conseguido es aquel en el que pienso con obstinada insistencia, pero que todavía no ha sido realizado.
Enzo Ferrari
Ellos no ven en mí más que a Eva Perón. Los descamisados, en cambio, no me conocen sino como Evita.
Eva Perón
Tú, que eres el que más trabajas, ¿no eres acaso el que más sufres? ¿Qué haría sin ti esa turba de nobles, de propietarios, de parásitos que insultan de continuo tu miseria con sus espléndidos trenes, sus ruidosos festines y sus opíparos banquetes?
Francisco Pi y Margall
El nacionalismo es hambre de poder atemperada por el auto engaño.
George Orwell
Con el miedo y el odio no se razona.
Giorgio Bassani
Si gritas, te romperé la cara -dijo el hombre invisible, destapándole la boca-. Soy un hombre invisible. No es ninguna locura ni tampoco es cosa de magia. Soy realmente un hombre invisible. Necesito que me ayudes. No me gustaría hacerte daño, pero, si sigues comportándote como un palurdo, no me quedará más remedio.
H. G. Wells
Harry Potter y la piedra filosofal.
J. K. Rowling
Lo que quieras que otros no digan, tú lo has de callar primero.
Juan Luis Vives
Populismo sería el sistema donde los pobres tienen algunos derechos y los ricos no detentan la totalidad del poder.
Julio Bárbaro
¿Racionalizar la fe? Quise hacerme dueño y no esclavo de ella, y así llegué a la esclavitud en vez de llegar a la libertad en Cristo.
Miguel de Unamuno
El juego debía de ser jugado y jugado al modo de ellos, aunque fueran ellos los que estipularan las reglas y los que contaran con toda la destreza. No importaba su ineptitud. Sí su honestidad. Se jugaba entero a esta creencia: que un hombre honesto no puede ser engañado, que la verdad, si el juego se jugaba hasta las últimas consecuencias conduciría a la verdad.
Ursula K. Le Guin