Ni el mármol, ni los dorados monumentos de los príncipes podrán sobrevivir al poder de esta intensa rima.
William Shakespeare
Las desgracias son las lágrimas del alma.
Agustín de Hipona
Lo besó sin miedo, con el valor que da saber que no hay nada que perder porque todo está ya perdido.
Ana Iturgaiz
Las lágrimas de una viuda rica se secan pronto.
Anónimo
¡Que el Dios que has inventado te perdone!
Ayn Rand
La revolución es la lucha entre el pasado y el futuro. Y el futuro acaba de empezar.
Benedict Cumberbatch
La desgracia del hombre se debe a que no quiere permanecer tranquilo en su habitación, que es su lugar.
Blaise Pascal
Cuando más grande es vuestra gloria, más cerca estáis de vuestra declinación.
Daniel Defoe
El secreto de la felicidad es admirar sin desear.
Francis Herbert Bradley
Artículo quinto. -Comer en la misma mesa con un sacerdote le hace quedar a uno expulsado: con ello uno se excomulga a sí mismo de la sociedad honesta. El sacerdote es nuestro chandala- se le proscribirá, se lo hará morir de hambre, se lo echará a toda especie de desierto.
Friedrich Nietzsche
Las opiniones son como el agujero del culo: todos tenemos uno y creemos que el de los demás apesta.
Joaquín Sabina
La sociedad de la tecnociencia y del conocimiento nos mandó al exilio, nos robó el sentimiento de un hogar y de una patria y principalmente nuestra capacidad de conmovernos, de llorar, de reír con gusto y de apasionarnos por la naturaleza y por la vida.
Leonardo Boff
El dedo del Destino tan sólo una palabra escribió antes de irse. Nada, ni inteligencia, ni Amor, ni compasión, hará que se retracte. No hay lágrimas bastantes para poder borrarla.
Omar Jayam
Se dice que no hay la religión suficiente para que las personas se amen entre sí, pero si para que se odien.
Robert De Niro
Los actores nunca nos hemos quedado mudos a lo largo de nuestra historia, esperando a que vengan a decirnos cuál debe ser el modo correcto de hablar.
Salvador Videgain
Un acto de cortesía consiste, precisamente, en fingir que quiero hacer lo que el otro quiere que haga, de modo que mi sumisión al deseo del otro no ejerza presión sobre él.
Slavoj Zizek