¡Cuán pesado resulta un nombre que se ha hecho famoso demasiado pronto!
Voltaire
Nunca se comete una sola falta.
Adolphe Thiers
La simple compañía del otro, en las situaciones adversas, es tan necesaria como la propia vida.
Alejandro Jodorowsky
Estamos durmiendo sobre un volcán... Un viento de revolución nos golpes, la tormenta está en el horizonte.
Alexis de Tocqueville
El hombre no es ni ángel ni bestia; afortunadamente, cuando hace de ángel hace un poco menos de bestia.
André Maurois
Los pobres nunca serán modernos. Se comunican por anécdotas, no por estadísticas.
Carlos Monsiváis
El sol puede morir y volver a nacer; pero nosotros una vez apagada nuestra breve claridad, hemos de dormir una sola y eterna noche.
Catulo
Perder con clase y vencer con osadía, por que el mundo pertenece a quien se atreve, y la vida es mucho más para ser insignificante.
Charles Chaplin
El siervo de Dios que no se enoja ni se turba por cosa alguna, vive, en verdad, sin nada propio.
Francisco de Asís
También tenía, y eso me encantaba, unos zapatos de tacón alto. Debajo de sus zapatos se leía lo siguiente: No olvides, querido esposo, mi consejo, y evita bares, aguardiente y vino añejo. En tu casa nunca dejes de cenar, y ama a tu mujercita, que así te ha de durar.
Herta Müller
Callados y sombríos como los portadores de un féretro en un funeral invernal.
John Grisham
Es el Estado quien debe garantizar las condiciones necesarias que permitan la libre circulación de ideas y opiniones, el ejercicio de la libertad de expresión, y el derecho de acceso a la información de todos los ciudadanos, piezas esenciales de nuestras conquistas democráticas.
María Eugenia Estenssoro
Nunca pensé que en la felicidad hubiera tanta tristeza.
Mario Benedetti
Que los hombres amantes de la paz se consagren a la cruzada impostergable de convencer a los gobernantes de Centroamérica de la necesidad de disolver los ejércitos.
Óscar Arias Sánchez
Sirven de impedimento para la felicidad las muchas ocupaciones.
Séneca
Así como al jinete, si quiere permanecer sobre el caballo, a menudo no le queda otro remedio que conducirlo a donde este quiere ir, también el yo suele trasponer en acción la voluntad del ello como si fuera la suya propia.
Sigmund Freud