También tú, allá abajo, te esfuerzas en vano de alto en alto, pues quien se ha sumido en la poesía ya nunca se saldrá.
Vladimír Holan
Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.
Alejandra Pizarnik
Si dais la impresión de necesitar cualquier cosa no os darán nada; para hacer fortuna es preciso aparentar ser rico.
Alejandro Dumas
Amor amortiza amor.
Alfonso Orantes
Hoy vemos cómo la Iglesia está viva, en un momento en que muchos hablan de su declive. No regreso a la vida privada, a una vida de viajes, encuentros, recepciones, conferencias, etc... No abandono la cruz, sino que permanezco de una manera nueva ante Cristo Crucificado.
Benedicto XVI
¡Pupitre, sí, toda la vida; púlpito, también toda la muerte!
César Vallejo
No somos tigres, no damos saltos felinos. Somos una ballena que se mueve lento, pero con firmeza.
Fernando Henrique Cardoso
Artículo tercero. - El lugar maldito en que el cristianismo ha incubado sus huevos de basilisco será arrasado, y, como lugar infame de la tierra, constituirá el terror de toda la posteridad. En él se criarán serpientes venenosas.
Friedrich Nietzsche
Hay una cosa que suena desagradable en una época de igualdad de derechos para todos y es la jerarquía.
En Hollywood la sobriedad es el enemigo público número uno.
Hedda Hooper
Amamos el silencio, porque donde él impera el alma reina; porque ahí, libre ella del ruido y de las miradas del mundo, recibe nuestras caricias como la esposa que por primera vez se atreve a reclinar la cabeza en nuestro pecho, suspirando por un amorinmortal.
Jorge Isaacs
Si el corazón se aburre de querer para qué sirve.
Mario Benedetti
El primer deber de un crítico de arte es tener la boca callada en todo momento y bajo cualquier circunstancia.
Oscar Wilde
Pequeño, erizado, asustado, animalillo temeroso, ¡Oh, qué pánico te invade! No necesitas salir corriendo tan deprisa haciendo tanto ruido. (A un ratón)
Robert Burns
Mejor es la comida de legumbres donde hay amor, que de ternero cebado donde hay odio.
Salomón
El venenoso griterío de una mujer celosa resulta más mortífero que los colmillos de un perro rabioso.
William Shakespeare