Estaba muy interesado en los prisioneros de guerra rusos y siempre intentaba entablar conversación con ellos sobre las tácticas de los alemanes y las causas de los fracasos del primer año de guerra.
Vasili Grossman
Enseña el Cristo: a tu prójimo amarás como a ti mismo, pero no olvides nunca que es otro.
Antonio Machado
La vida es una porquería, pero de una forma maravillosa.
Axl Rose
Espabila. Es hora de morir.
Brion James
No quiero dejar de tocar. Temo dejarlo y hacerme viejo. Estoy seguro que siempre tocaremos una vez a la semana en Bognor Regis o donde sea.
Charlie Watts
Perdonamos fácilmente a quienes no podemos castigar.
Filippo Pananti
¿Soy un loco o un genio? No creo ser las dos cosas juntas.
John Lennon
La ciencia debe comenzar con los mitos y con la crítica de los mitos.
Karl Popper
Casi todos los padres del socialismo eran miembros de las clases medias altas o profesionales.
Ludwig von Mises
Los recuerdos se van si dejan de evocarse una y otra vez en las conversaciones entre amigos.
Milan Kundera
La inteligencia no consiste en encontrar soluciones sino en no perder de vista los problemas.
Nicolás Gómez Dávila
El tercer síntoma de la muerte de nuestros sueños es la paz. La vida pasa a ser una tarde de domingo, sin pedirnos cosas importantes y sin exigirnos más de lo que queremos dar. Pero, en verdad, en lo íntimo de nuestro corazón, sabemos que lo que ocurrió fue que renunciamos a luchar por nuestros sueños.
Paulo Coelho
Tu semblante augura castidad y salud; bien dicen, Asunción, que la hermosura es casi una virtud.
Ramón de Campoamor
Tal vez si Freud en lugar de leer a Sófocles, hubiera leído a Pinocho habría inventado el complejo de Geppetto.
Roberto Benigni
No puedo creer que en media hora seré parte del imperio de juegos Le Domas.
Samara Weaving
Es preciso tener en cuenta la cobardía, la debilidad y la inconstancia y la falta de equilibrio de las masas. Hay que darse cuenta de que la fuerza de las masas es ciega, desprovista de razón en su discernimiento y que oscila sin voluntad de un lado a otro.
Umberto Eco