Nada tiene sentido, excepto el que nosotros mismos le demos.
Tony Robbins
Práctica ejercicios corporales.
Cleóbulo de Lindos
Mal halaga a su patria quien halaga sus faltas, en vez de señalarlas.
Concepción Arenal
Una mujer es como una bolsita de té. Nunca sabes lo fuerte que es hasta que se encuentra en agua caliente.
Eleanor Roosevelt
¡Carajo! Yo con semejante despliegue monto mi campaña para la presidencia.
Fernando Vallejo
Muero con el sentimiento de haber causado algunos males a mi país.
Francisco Morazán
Nuestras ilusiones no tienen límites; probamos mil veces la amargura del cáliz y, sin embargo, volvemos a arrimar nuestros labios a su borde.
François-René de Chateaubriand
Es mejor malograr la propia juventud que no hacer nada en ella.
Georges Courteline
La patria, posiblemente, es como la familia, sólo sentimos su valor cuando la perdemos.
Gustave Flaubert
El odio de los débiles no es tan peligroso como su amistad.
Luc de Clapiers
No planeo morir por ninguna causa -dijo Jim Bowie-. Ni por ningún hombre, excepto por mí mismo. Sé que eso no es noble, pero prolonga mis días, lo cual ya es filosofía suficiente para mí.
Orson Scott Card
Es mejor haber amado y haber perdido que jamás haber perdido.
Samuel Butler
Al igual que con la escritura, con la creación de música, juegos de habilidad, gráficos complejos, o cualquier cosa: La computadora no es una cultura en sí misma, sino que puede servir para hacer avanzar muy diferentes puntos de vista filosóficos y culturales.
Seymour Papert
Señor, sabemos que no hay otro orden, solo aquel que creamos, no hay más esperanza que nosotros, no hay más piedad que nosotros, no hay justicia, solo nosotros. Todas las cosas que son, son nuestras, pero tienen que importarnos, porque, si no nos importa nada, no existimos.
Terry Pratchett
¡Viva la vida y vívela bella!
Thalía
Dos grandes bienes he sacado del estudio: engañar mediante él, el hastío y las pasiones de esta vida que huye, sin llegar a estimarlo tanto que llegase al extremo de macular con él la libertad y la dignidad de mi corazón.
Ugo Foscolo