No confíes en tus sentimientos, porque, sean cuales sean ahora, muy pronto habrán cambiado.
Tomás de Kempis
Y en efecto, tal como se hace en nuestros textos ordinarios de filosofía acerca de los seres divinos, frecuentemente se proclama en los argumentos sobre el tema que la divinidad, entidad primera y suprema, ha de ser totalmente inmutable:...
Aristóteles
A veces, para complacer a las damas, dejamos caer nuestras armas para fingir que son civilizadas.
Aristóteles Onassis
Internet es para la gente solitaria. La gente debería vivir.
Charlton Heston
Soy hermosa y mi piel es suave y el viento del mar me devuelve rocío de tiernas tersuras.
Clara Janés
No creo que gane acá nunca más. (Al quedar eliminado en París).
Gastón Gaudio
El dictador más difícil de odiar es uno mismo.
Giulio Andreotti
Herir con un mismo golpe al inocente y al culpado, obra es de la demencia o la barbarie.
Manuel Tamayo y Baus
Nunca hagas hablar a un mimo. No se detendrá.
Marcel Marceau
La ciencia es una exploración de preguntas muy difíciles. Sin menospreciar la teoría de la evolución, eso es un avance intelectual tremendo, pero no te dice nada acerca de si hay o no lo que la gente cree cuando hablan acerca de Dios. Ni siquiera habla de ese tema.
Noam Chomsky
Volver con la frente marchita. Las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras te busca y te nombra. Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez.
Penélope Cruz
Quien de muchos es temido, tiene a muchos que temer.
Publilio Siro
La verdadera inteligencia consiste en descubrir la inteligencia ajena.
René Descartes
Tu piel dulce y salobre que respiro y que sorbo pasa a ser mi universo, el credo que se nutre; la aromática lámpara que alzo estando ciego cuando junto a la sombras los deseos me ladran.
Roque Dalton
Tú rezas suficiente por todos, ¿y de qué te sirve?
Tom Holland
¿Qué te haría pensar eso? - preguntó, una contestación al azar, patética, pensó, que enmascaraba el terror que ahora sentía, que por fin se permitía sentir, y que era miedo a una pérdida de personalidad, de voluntad y dirección, miedo a amarlo como aún lo amaba.
William Gibson