De la obra bien hecha nace la soberbia y la negligencia.
Tito Livio
Entra una nueva pena y las viejas penas de la casa la reciben calladas, no muertas.
Antonio Porchia
A nadie se le puede convencer de verdad de lo que no necesita creer.
Carlos Ruiz Zafón
La obra grande de Dios en el hombre se labra en el interior.
Francisco Palau y Quer
Fino, la verdad, no era, pero dominaba el arte de cabalgar a lomos de su prójimo cuando le hacía falta.
Georg Christoph Lichtenberg
El objetivo de la guerra no es morir por tu país, sino hacer que otro bastardo muera por el suyo.
George Patton
Basta con contemplar la magnitud de esta tarea para admitir que la generación espontánea de un organismo vivo es imposible.
George Wald
Cuando usted tiene un afecto triste, es que un cuerpo actúa sobre el suyo, un alma actúa sobre la suya en condiciones tales y bajo una relación que no conviene con la suya. Desde entonces nada en la tristeza puede inducirlo a formar la noción común, es decir, la idea de algo común entre dos cuerpos y dos almas.
Gilles Deleuze
España, el bello pais del vino y las canciones.
Goethe
Aunque reúna todas las perfecciones del mundo, creo que no debería dejarse sentado como indudable que un hombre tiene que ser aceptado por todas las mujeres que a él se le ocurra querer.
Jane Austen
El secreto de la paz está en el respeto de los derechos humanos.
Juan Pablo II
La garantía de la invencibilidad del partido está en arraigarse profundamente entre las masas populares y confundirse con ellas en un solo cuerpo.
Kim Jong-il
Antes me temían, ahora me respetan.
Lance Armstrong
La más tonta de las virtudes es la edad. ¿Qué significa tener quince, diecisiete, dieciocho o veinte años? Hay capullos, hay imbéciles, hay santos, hay genios de todas las edades.
Nelson Rodrigues
Ahora es la hora de mi turno el turno del ofendido por años silencioso a pesar de los gritos.
Roque Dalton
El miedo es peor que el castigo, porque éste es algo concreto y ya sea mayor o menor, siempre será mejor que la horrible incertidumbre, lo espantoso de la angustia infinita.
Stefan Zweig