Un hombre no tiene por qué avergonzarse de tener un mono por abuelo. Si hubiera un antepasado del que debería sentir vergüenza al recordarlo sería más bien un hombre que no se conforma con un éxito equívoco en su propia esfera de actividad, se sumerge en cuestiones científicas de las que no tiene conocimiento real, sólo para ocultarlos con una retórica sin sentido, y distraer la atención de sus oyentes del tema en cuestión mediante digresiones elocuentes y apelaciones calificadas a prejuicios religiosos.