El patrón llevaba siempre encima una pistola cargada. A veces, sin motivo alguno, mientras todos trabajaban, disparaba a una gaviota o a alguna parte del barco porque sí, como medida disuasoria. Miraba a los sorprendidos pescadores y sonreía satisfecho. De ese modo quedaban todos macabramente avisados de que, si pasaba algo, les dispararía a ellos.