Un ejército no tiene formación constante, lo mismo que el agua no tiene forma constante: se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose según el enemigo.
Sun Tzu
Aunque somos nuestro propio tiempo, a veces somos el tiempo de otros y otros son nuestro tiempo, a veces sin quererlo, a veces queriendo, a veces durmiendo, a veces despiertos.
Doménico Cieri Estrada
El desarrollo desarrolla la desigualdad.
Eduardo Galeano
¡Que importa si el 'New Musical Express' y las revistas de música creyeran que lo que haciamos no era valido!. Ahora que ya gane 1 000 millones que me besen el trasero.
Gene Simmons
Los hombres se avergüenzan, no de las injurias que hacen, sino de las que reciben.
Giacomo Leopardi
Resulta que Dios está desnudo. El que no quiera verlo que no mire.
Gloria Fuertes
No percibimos las cosas sino sus relaciones. Nada ni nadie existe separado. Yo mismo soy una relación en perpetuo cambio.
Hugh Prather
Nadie acepta ya que las cosas pasan a veces sin que haya un culpable, o que existe la mala suerte, o que las personas se tuercen y se echan a perder y se buscan ellas solas la desdicha o la ruina.
Javier Marías
Josep Guardiola es un gran entrenador, pero ganó una Champions que a mí me daría vergüenza tener.
José Mourinho
En el mundo hay muchísimas Beth, tímidas y tranquilas, sentadas en rincones hasta que alguien las necesita y que viven para los demás tan alegremente, que nadie se da cuenta de los sacrificios que hacen hasta que el grillo del hogar cesa de chirriar y desaparece el dulce rayo de sol, dejando atrás silencio y sombra.
Louisa May Alcott
El amor es la historia de la vida de las mujeres y un episodio en la de los hombres.
Madame de Staël
Para mí, éste es un juego colectivo y cuando se consigue eso, se consigue mucho.
Manuel Preciado
Vamos al triunfo y somos la Verdad Española.
Ramiro Ledesma Ramos
La vida es un progreso de necesidades a necesidades, no de placeres a placeres.
Samuel Johnson
Si la cólera no se contiene nos hará más daño que la injuria que la provocó.
Séneca
El placer de odiar, como un mineral venenoso, roe el corazón de la religión y la torna rencor doliente e intolerancia.
William Hazlitt