Desde pequeña había aprendido que debías preocuparte por el que se caía y no podía levantarse. También había aprendido que no hay que tragar mierda por nada, ni por los amigos que tengas, la talla que gastes, el curro al que te dediques o tus preferencias sexuales. Si empezabas a comer mierda, acababa convirtiéndose en tu dieta habitual.