La falta de escrúpulo de la novela ordinaria, sus inverosimilitudes y sus excesivos sentimentalismos, no consiguió Balzac evitarlos nunca por entero en sus novelas, pero sobre todo la fluidez, la ligereza, la velocidad a las cuales acostumbró su mano en los tiempos de su fábrica, fueron a la larga funestas para su estilo.