Si en el tiempo de la pasión caemos en la tentación de proclamar como bien nuestro a aquello que se opone al bien ajeno, al orden, no acabaremos, sin embargo, de persuadirnos de ello a nosotros mismos; la conciencia lo negará y, extinguida la pasión, todo aquello que se opone al bien de los demás, al orden, es espectáculo horrible.