Pero ella, por supuesto, me veía tumbada en la cama; y como dirá cualquiera que haya estado enamorado, es en la cama donde uno sueña; en la cama, a oscuras, cuando nadie ve que se te ponen coloradas las mejillas, aflojas el manto de represión que mantiene tu pasión atenuada a lo largo del día, y la dejas brillar un poco.