Orgullo. Un oficial sin orgullo no es nada.
Santiago Posteguillo
Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.
Bertolt Brecht
La calumnia es siempre sencilla y verosímil.
Bertrand Russell
La conciencia, cuando queda condicionada, asume la forma del hábito.
Deepak Chopra
El reguero de pueblos que ha presenciado nuestros esfuerzos contestará con voces de clarín anatematizando a la legión de traidores científicos que aun en las pavorosas sombras de su derrota, forjan nuevas cadenas para el pueblo o intentan aplastar la reivindicación de esclavos, de parias, de autómatas y de lacayos.
Emiliano Zapata
Qué triste le pone siempre a uno la alegría de los tontos, en el manicomio como en el fútbol o en la tele.
Francisco Umbral
Nuestros mejores éxitos vienen a menudo después de nuestras mayores decepciones.
Henry Ward Beecher
De grado o por fuerza, se vive de lo que se niega.
Jean Rostand
El reto del liderazgo es ser fuerte, pero no grosero; ser amable, pero no débil; ser atrevido, pero no abusador; ser considerado, pero no perezoso; ser humilde, pero no tímido; ser orgulloso, pero no soberbio; tener humor, pero sin insensatez.
Jim Rohn
Hay pocas cosas que realmente me importen en la vida: mi cuerpo, mi apartamento, mi coche, mi familia, mi iglesia, mis chicos, mis chicas y mi porno.
Joseph Gordon-Levitt
Morir es fácil; lo difícil es vivir. Y cuanto más difícil se vuelve, más fuerte es la voluntad de seguir viviendo. Y cuanto mayor es el miedo a la muerte, mayor es el esfuerzo que se hace por conservar la vida.
Mo Yan
El régimen de Franco no acometió la represión de posguerra con el objeto de liquidar a la izquierda, sino de darle un escarmiento.
Pío Moa
¡Calma! ¡Calma! ¡Que no panda el cúnico!
Roberto Gómez Bolaños
La superstición es nuestro gran enemigo, pero el fanatismo es peor.
Swami Vivekananda
La mujer es siempre cambiante.
Virgilio
De inmediato, la orgullosa frente de la intrépida princesa se cubrió con las arrugas de la agonía. Lanzó un grito doloroso y su corazón se convirtió en un ardiente brasero: Se llevó la mano al corazón para no retirarla ya nunca.
William Beckford