Dios libra de la angustia al justo, y en su lugar pone al malvado.
Salomón
Los políticos no son paralíticos... sucede que la mitad de su cuerpo pertenece a la burguesía.
Alex Pimentel
Cuando un actor me viene diciendo que quiere discutir su personaje, yo le digo: Está en el guión. Si él me dice: pero, ¿cuál es mi motivación?, yo le digo: tu sueldo.
Alfred Hitchcock
Perdona que entré sin llamar, no es ésta la hora y menos el lugar. Tenía que contarte que en el cielo no se está tan mal.
Amaia Montero
Tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe.
Anatole France
La ignorancia y el error son manantiales de mal humor.
Barón de Holbach
No valía la pena perder el tiempo en intentar cambiar el mundo; bastaba con evitar que el mundo lo cambiase a uno.
Carlos Ruiz Zafón
Lo malo del trabajo es depender de otro ser humano, acatar sus reglas y poner tu inteligencia, tu voluntad y tu energía a su servicio.
Joaquín Berges
Yo acepto su buena fe, espero que acepte usted la mía.
José Luis Rodríguez Zapatero
Cuantos menos caprichos se extraigan de esta vida, más fácil es el camino hacia la otra.
José María de Pereda
Que las obras que han de sobrevivirte empiecen también a vivir por ti: tarde les llega la gloria a las cenizas.
Marcial
los sacerdotes están a veces muy solos y necesitan de nuestro apoyo, cariño y oraciones. Es lo que les puede ayudar a mantenerse en santidad sacerdotal. Y si cometen un pecado tendrán, al igual que todos nosotros, que dar cuenta de él a Dios, pues todos tendremos que pagar por nuestras faltas.
María Vallejo-Nágera
Un hombre que ve el mundo de la misma a los cincuenta como lo hizo a los veinte años se ha desperdiciado treinta años de su vida.
Muhammad Ali
El mal de la calumnia es semejante a la mancha de aceite: deja siempre huellas.
Napoleón Bonaparte
¿Por qué justo a mi tenía que tocarme ser yo? -Felipe.
Quino
Él no sabía por qué aquella vieja robaba cabellos; por consiguiente, no podía juzgar su conducta. Pero a los ojos del sirviente, despojar de las cabelleras a los muertos de Rashomon, y en una noche de tormenta como ésa, cobraba toda la apariencia de un pecado imperdonable. Naturalmente, este nuevo espectáculo le había hecho olvidar que sólo momentos antes él mismo había pensado hacerse ladrón.
Ryunosuke Akutagawa