En Cataluña todo elemento procedente del resto de España lo catalanizan, y les place a sus naturales que hasta los municipales aragoneses y castellanos de Barcelona hablen en catalán; aquí padecemos muy mucho cuando vemos la firma de un Pérez al pie de unos versos eusquéricos, u oímos hablar nuestra lengua a un cochero riojano, a un liencero pasiego o a un gitano.