¿Es de los nuestros o es uno de ellos? - preguntó el soldado sentado junto a la camilla. - No se sabe - le respondió el enfermero tras unos instantes de silencio. - Es de su madre - dijo uno de los soldados que permanecían de pie a un lado. - Ahora ya es de Dios - agregó otro, pasado un rato. Se quitó la gorra y la colgó en el cañón de su fusil.