A veces el hombre más pobre deja a sus hijos la herencia más rica.
Ruth E. Renkel
No tengo amigos ni enemigos, sólo competidores.
Aristóteles Onassis
Aquel que gobierna por medio de su excelencia moral puede compararse a la estrella polar, que permanece en su sitio en tanto todas las demás estrellas se inclinan ante ella.
Confucio
Los buenos modales están olvidados en América. Yo creo que es de mala educación andar por ahí con vaqueros rotos y sin peinar, con un Starbucks en la mano.
Dita Von Teese
Basta con que escuches en silencio y lo oirás todo. No existen ni verdad ni error, ni objeto ni figuración.
Emil Cioran
El sentimiento es objeto de la ciencia, pero no criterio de la verdad científica.
Émile Durkheim
Ahuyentemos el tiempo, amor, que ya no exista; esos minutos largos que desfilan pesados cuando no estás conmigo y estás en todas partes sin estar pero estando.
Gioconda Belli
No es más cierto de esta raza que de cualquier raza oprimida del mundo. El esclavo siempre es un tirano si se le brinda la ocasión.
Harriet Beecher Stowe
La religión es el hada buena de la infancia, ese crepúsculo matinal de la vida. Ella encanta el cerebro y el corazón de los niños y puebla de dulces y tiernos recuerdos el espacio azul de los primeros días.
Ignacio Manuel Altamirano
Son los ciudadanos comprometidos con un mundo mejor los que impulsarán los próximos cambios. Y ese mundo mejor no solo es necesario, también es posible.
Miguel Ángel Revilla
A Madero lo vi chico de cuerpo, pero grande de alma.
Pancho Villa
Un hombre va a tratar a una mujer casi exactamente como la forma a la que trata a su propio interior femenino. De hecho, él no tiene la capacidad de ver a una mujer, objetivamente hablando, hasta que no haya hecho algún tipo de paz con su mujer interior.
Robert Underwood Johnson
Quien pudiéndolo hacer no impide que se cometa un crimen, lo estimula.
Séneca
Sólo hay dos medios de pagar las deudas: por el trabajo y por el ahorro.
Thomas Carlyle
El vino tiene ahogado a más hombres que el mar.
Thomas Fuller
No hay nada más atrozmente cruel que una niña adorada.
Vladimir Nabokov