Grupos ultranacionalistas y ultrarreligiosos están incendiando el planeta con el anhelo de volver a crear mil pequeñas naciones. Es un sueño feroz y excluyente, porque se envuelven en esos trapos de colores que llaman banderas y se degüellan los unos a los otros, como si encontraran su identidad, precisamente, en el hecho de poder odiar a alguien.