En cuanto se rechaza la alternativa (en cuanto se enturbia el paradigma), comienza la utopía: el sentido y el sexo se convierten en el objeto de un juego libre dentro del cual las formas (polisémicas) y las prácticas (sensuales), liberadas de la prisión binaria, van a ponerse en un escajo de expansión infinita. Así pueden nacer un texto gongorino y una sexualidad dichosa.