Después del Juicio Universal, Dios se reúne con Carlos Marx: ¡Ah, eres tú el que me dio todas estas preocupaciones en el siglo XX! Ya que siempre has dicho que yo no existo, serás condenado a hacerme de portero. Y cuando no quiero ser perturbado, estás autorizado a decir que Dios no existe, que Dios no está.