Qué agradable es poder confesar sus intimidades en público, ¿No le parece, caballero? ¿Hay muchos en mi lugar que pueden sentarse impunemente- te a la mesa de un café y entablar una amable conversación con un desconocido como lo hago yo? No. Y, ¿Por qué no hay muchos, puede contestarme? - No sé... - Porque mi semblante respira la santa honradez.