Los militares deben recordar que son servidores de la República y no sus amos. Y en vez de guardar las urnas deben guardar mejor el patrimonio nacional y los derechos humanos.
Raúl Alfonsín
No almacenes en la memoria lo que puedas almacenar en el bolsillo.
Albert Einstein
Fue la más grande. Realmente era grande.
Aretha Franklin
A los pueblos, la excesiva inteligencia les perjudica. Lo que conviene es una masa de gente limitada, que siga dócilmente a un individuo genial.
Emilia Pardo Bazán
Inicua es la ley que a todos igual no es.
Fernando de Rojas
Muchos son los llamados y pocos los escogidos.
Jesús de Nazaret
Necesariamente vence siempre el entusiasta al apático. No es la fuerza del brazo, ni la virtud de las armas, sino la fuerza del alma la que alcanza la victoria.
Johann Gottlieb Fichte
El dinero es algo muy singular. Le da al hombre tanta alegría como el amor y tanta angustia como la muerte.
John Kenneth Galbraith
Bob Dylan es uno de esos personajes que sólo aparecen una vez cada 300 o 400 años.
Leonard Cohen
Los comunistas deben ser los más perspicaces, los más dispuestos a sacrificarse, los más firmes y los más capaces de apreciar las situaciones sin ideas preconcebidas; tienen que apoyarse en la mayoría de las masas y conquistar su apoyo.
Mao Zedong
Te reclama el juez y te reclama el abogado: mi opinión es, Sexto, que pagues al acreedor.
Marcial
De entre todas las criaturas los humanos son las más detestables pues son las únicas criaturas que inflingen dolor por entretenimiento, sabiendo que están causando dolor.
Mark Twain
Los símbolos son signos sensibles, impresiones últimas, indivisibles y sobre todo involuntarias, que poseen una significación determinada. Un símbolo es un rasgo de la realidad que, para un hombre con sus sentidos alerta, designa inmediata y evidentemente algo que no puede comunicarse por medio del intelecto.
Oswald Spengler
El enano ve gigantes por todas partes.
Proverbio Alemán
La vida no es una cuestión de hitos, sino de momentos.
Rose Kennedy
Cuando la hermosura es el abogado, todos los otros oradores enmudecen.
William Shakespeare