El que permanece ecuánime tanto en la censura como en la alabanza, en el frío como en el calor, entre amigos o enemigos, es el maestro del yoga y carece tanto de exaltación como de depresión. El yogui, conocedor de la Verdad suprema, reside en el cuerpo como un viajero, sin deseos, siempre contento, con visión de igualdad, dueño de los sentidos.