Una buena medida de la civilización se halla en la influencia de las buenas mujeres.
Ralph Waldo Emerson
No es vergonzoso preferir la felicidad.
Albert Camus
La primera mitad de nuestra vida nos la estropean nuestros padres; la segunda nuestros hijos.
Clarence Darrow
Los principios están bien hasta cierto punto, pero los principios no sirven para nada si pierdes.
Dick Cheney
Nunca desprecies lo que parece insignificante, pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.
Esopo
La reflexión calmada y tranquila desenreda todos los nudos.
Harold MacMillan
El presente para los ricos y el porvenir para los virtuosos.
Jean de la Bruyere
Solo me pongo triste cuando alguno... en el momento más inoportuno... me pregunta por ti.
Joaquín Sabina
Sólo porque las mujeres han estado oprimidas, y creo que muchas mujeres no desarrollan todo el potencial que tienen porque las consideran seres inferiores. Pero eso no significa que piense que las mujeres son mejores que los hombres, ni tampoco que los hombres son mejores que las mujeres. Lo que está claro es que la principal preocupación de los oprimidos es dejar de estarlo.
Leonora Carrington
No perderé ni un segundo más preguntándome cómo puedo tener tanta suerte.
Mickey Rourke
No está mal si la religión dialoga con el poder político, el problema es cuando se asocia con él para hacer negocios bajo la mesa. Y en la historia argentina creo que hubo de todo.
Papa Francisco
La pintura es la nieta de la naturaleza. Está relacionada con Dios.
Rembrandt
La inquietante atracción de lo real: fundamento del ansia de comprobar nuestra existencia dentro de una dimensión perceptible o experimentable por otros. En ello concurren las falacias del espacio y del tiempo que son deducciones obtenidas a partir de presupuestos no experimentables.
Salvador Elizondo
Lo que has de decir, antes de decirlo a otro, dítelo a ti mismo.
Séneca
No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres; y no puedes ser más grande de lo que Dios sabe que eres.
Tomás de Kempis
Amor no sigue la fugaz corriente de la edad, que deshace los colores de los floridos labios y mejillas.
William Shakespeare