¿Sabe un perro que va a morir?
Pierre Rey
Sólo me he dejado llevar por el instinto.
Alejandro Sanz
Las personas felices tienen un defecto del que jamás se corrigen: es el de creer que los desgraciados lo son siempre por su propia culpa.
Edme-Pierre Beauchêne
Lo importante no es lo que se come, sino cómo se come.
Epicteto
Tenemos que ser el gran arsenal de la Democracia.
Franklin D. Roosevelt
Pues... prácticamente no.
Gustavo Bueno
Mi padre, un indio de ojos amarillos, provenía del lugar donde se juntan cien ríos, olía a bosque y nunca miraba al cielo de frente, porque se había criado bajo la cúpula de los árboles y la luz le parecía indecente...
Isabel Allende
La publicidad es el factor y la fuerza moral más grande de nuestra vida pública.
Joseph Pulitzer
La prosa -puede especularse- es discurso; la poesía elipsis. La prosa se habla en voz alta; la poesía se escucha a hurtadillas. La primera es presumiblemente articulada y social, un idioma compartido, la voz de la comunicación; la otra es privada, alusiva, inquietante, tímida, idiosincrásica como la delicada tela de una araña, una especie de hechizo insondable para las mentes comunes.
Joyce Carol Oates
Me gusta el ajedrez porque es un buen descanso; hace trabajar la mente, pero de una forma muy especial.
León Tolstói
La novela devora hoy todas las formas: estamos casi obligados a pasar por ella.
Marguerite Yourcenar
En definitiva eres lo que los demás creen que eres.
Neil Richard Gaiman
La realidad no está simplemente allí, debe ser investigada y conquistada.
Paul Celan
¡Ay!, amor, veneno vil que viene en vaso dorado.
Pedro Calderón de la Barca
Del patriotismo son distintivas la cautela y la vigilancia, la prevención de asechanzas encubiertas, la previsión de peligros en ciernes.
Samuel Johnson
Toda obra de arte es un instante; toda obra de arte conseguida es una adquisición, un momentáneo detenerse del proceso, al manifestarse éste al ojo que lo contempla. Si las obras de arte son respuestas a sus propias preguntas, también se convierten ellas por este hecho en preguntas.
Theodor Adorno