Sólo tras haber desarrollado la perorata emocional que culmina con la palabra asombroso, por fin la fuerza de mis sentimientos había dejado de asombrarme lo suficiente para poder conciliar el sueño durante un par de horas... O algo parecido al sueño, pues, incluso semiinconsciente, me había convertido en una biografía en movimiento perpetuo, en memoria hasta el tuétano.