El fútbol es un juego de errores. El equipo que hace menos errores en un juego por lo general gana.
Paul Eugene Brown
El bolchevismo está llamando a nuestras puertas, no podemos darles el lujo de dejarles entrar... Tenemos que mantener a Estados Unidos seguro y virgen. Debemos tener al trabajador fuera de la literatura roja y de las artimañas rojas, hay que ver que su mente se mantiene saludable.
Al Capone
Algo caía en el silencio. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.
Alejandra Pizarnik
Entrevistador:¿Tienes más hijos?
Angus Young
Nunca será verdaderamente sabio quien no sepa ser algunas veces un poco loco.
Arturo Graf
La cultura se adquiere leyendo libros; pero el conocimiento del mundo, que es mucho más necesario, sólo se alcanza leyendo a los hombres y estudiando las diversas ediciones que de ellos existen.
Felipe Stanhope de Chesterfield
Pero hay una ley que yo aprendí en la calle, de este laberinto alguien siempre sale.
Fito Páez
Las palabras más silenciosas son las que traen la tempestad. Pensamientos que caminan con pies de paloma dirigen al mundo.
Friedrich Nietzsche
La modalidad más traviesa de la tontería femenina es la modalidad literaria, porque tiende a confirmar el prejuicio popular contra una educación femenina más sólida.
George Eliot
Me preocupa nuestra herencia nacional, y me preocupa mucho que las películas que vi cuando era joven y que vi a lo largo de mi vida sean preservadas, de modo que mis hijos también puedan verlas.
George Lucas
¡Yo también quisiera ser Reina un día, yo también! Que fuese de flores mi corona y el rocío del alba su ornamento y mi manto labrado de arco iris.
Isabel de Rumania
Ése es uno de los principales problemas de estar loco: nunca estás seguro de las cosas.
John Katzenbach
Tus ojos son las fuentes del llanto y de la luz.
León Felipe
Me bastan mis pensamientos.
Lope de Vega
La gazmoñería es una especie de avaricia, la peor de todas.
Stendhal
A dos hombres venero yo en este mundo: al labrador sufrido de mano callosa y nervuda, puesto que en ella está el cetro de este mundo. Y a aquel que trabaja por las imprescindibles necesidades del espíritu; no por el pan cotidiano, sino por el pan de la verdadera vida.
Thomas Carlyle