Por favor, Rian, ¿puedes cruzar las piernas? Hemme formuló ese requerimiento con tanta seriedad que no se oyó ni la más leve risita. Rian, desconcertada, cruzó las piernas. - Ahora que las puertas del infierno están cerradas -dijo Hemme con su tono normal, más brusco-, ya podemos empezar.