Si preguntásemos a un cristiano medio hoy en día (ya fuese un informado católico o protestante, o no) cual es la concepción que tiene de la enseñanza del Nuevo Testamento acerca del destino del hombre después de la muerte, con pocas excepciones obtendríamos la respuesta: La inmortalidad del alma. Sin embargo, esta ampliamente aceptada idea es uno de los mayores malentendidos del cristianismo.