Hasta la petición de mano todos los días nos vimos a la misma hora en el edificio Compasión y nos amamos intensamente. De la misma forma que nunca hablábamos de nuestra situación, del hecho de que yo fuera a comprometerme, ni tampoco de qué pasaría con nosotros después, nos manteníamos alejados de cualquier cosa que pudiera recordárnoslo.