Y eché una última mirada a los hermosos pechos medio visibles, a los maravillosos hombros y a los brazos infantiles. Mientras regresaba a mi mesa sentía en lo más hondo con una sensación de victoria que, como una ola gigantesca que golpea la orilla, la felicidad crecía dentro de mí a cámara lenta a punto de arribar a mi futuro.