En ciertas mentes, la defensa del espíritu humano se identificaba francamente con la defensa de una nación en particular, concebida como la morada de todo el conocimiento. En otras, la injusticia social despertaba una fidelidad proletaria militante, la cual, si bien era cosmopolita en esencia, contaminaba con pasiones sectarias por igual a sus adalides y a sus enemigos.