Porque no creo que pueda hacerse mayor ultraje a la naturaleza humana, cualesquiera que sean las faltas del individuo, como impedirle que oculte el rostro por un sentimiento de vergüenza, haciendo de esa imposibilidad la esencia del castigo.
¡Tras los azotes se levantan, más poderosos que ellos, nuestra audacia y nuestra obstinada libertad!