Al hombre le cuesta muy poco esfuerzo atraerse la desgracia.
Menandro
Si la gente es buena sólo porque temen al castigo y porque esperan una recompensa, entonces verdaderamente somos un grupo lastimoso.
Albert Einstein
Al oírle pensé que un alma cogía la antorcha de América.
Allen Ginsberg
En la conversación, como en la guerra, basta resistir un cuarto de hora más que el adversario. La tenacidad vence sobre la razón, sobre la Ciencia: reduce al adversario al silencio por medio del aburrimiento.
André Maurois
Creo que la cocina es el lugar del mundo que más me gusta. En la cocina, no importa de quién ni cómo sea, o en cualquier sitio donde se haga comida, no sufro.
Banana Yoshimoto
No se puede juzgar apresuradamente a nadie. Muchos se han arruinado por juzgar apresuradamente.
Brian Weiss
La libertad es una sensación. A veces puede alcanzarse encerrado en una jaula, como un pájaro.
Camilo José Cela
La tarea del programador no es sólo escribir un programa, sino que su tarea principal es dar una prueba formal de que el programa que propone cumple la especificación funcional.
Edsger Dijkstra
Tener fe requiere coraje, la capacidad de correr un riesgo, la disposición a aceptar incluso el dolor y la desilusión.
Erich Fromm
Que se ponga a disposición de la Justicia y aclare absolutamente todo.
Hermes Binner
Existe la opinión de que la poesía debe mejorar tu vida. Creo que la gente la confunde con el Ejército de Salvación.
John Ashbery
Beso tu beso deteniendo el tiempo a ver si se detiene aquí la vida.
Miguel Cantilo
Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida.
Pitágoras
Dos personas que se miran a los ojos no ven sus ojos sino sus miradas.
Robert Bresson
Todo lo que deseo está contenido en mi plegaria.
Sófocles
Los perdedores, como los autodidactas, tienen siempre conocimientos más vastos que los ganadores. Si quieres ganar tienes que saber una cosa sola y no perder tiempo en sabértelas todas; el placer de la erudición está reservado a los perdedores. Cuanto más sabe uno, es que peor le han ido las cosas.
Umberto Eco