Si no sois capaces de percibir lo que os rodea ni de sentir las cosas que os pasan -concluyó con tono amable pero claramente firme-, si no disfrutáis de la belleza porque no podéis ni siquiera descubrirla, y si sabéis menos que los niños más pequeños de mi escuela, no pretendáis estar en posesión de la verdad.