Digámoslo con la verdad: entre todas las religiones existentes, no hay una sola que predomine legítimamente, que no esté llena de fábulas, mentiras, perversidades, y que no ofrezca los más inminentes peligros al lado de las más evidentes contradicciones.
El amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa, y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran.