Una cosa es que nos engañen y otra distinta que nos engañemos.
Mario Benedetti
La mayoría de los seres humanos, son como hojas que caen de los árboles, que vuelan y revolotean por el aire, vacilan y por último se precipitan en el suelo. Otros, por el contrario, casi son como estrellas; siguen su camino fijo, ningún viento los alcanza, pues llevan en su interior su ley y su meta.
Buda Gautama
El mundo real es mucho más pequeño que el mundo de la imaginación.
Friedrich Nietzsche
El amor es como el fuego, que si no se comunica se apaga.
Giovanni Papini
El que quiera conocer y describir algo viviente, que empiece por echar fuera el espíritu y, así, tendrá las partes en su mano. Pero entonces, por desgracia, le faltarán los lazos del espíritu.
Goethe
De dónde viene el ser humano todos lo sabemos, a donde quiere llegar pocos lo conocen.
Immanuel Kant
No conocí la seriedad pero he sabido tenerte entre sonrisas.
Jenniley Bonilla
Los únicos que conocen la verdadera soledad son los criminales. Su soledad es una lúgubre tiniebla, toda oscura, sin ningún toque de luz ni rastro de iluminación, en la cual la moral y la religión están vedadas desde el comienzo.
Junichiro Tanizaki
El régimen sedicente comunista falló por no ser auténticamente socialista: porque, lejos de socializar la economía, la política y la cultura, las estatizó y, a su vez, sometió el Estado a la dictadura del partido. Una vez más: no puede haber socialismo auténtico, o sea, igualdad, allí donde el poder económico, político y cultural están concentrados en manos de una pequeña minoría.
Mario Bunge
Si quieres tener éxito, promete todo y no cumplas nada.
Napoleón Bonaparte
Da el perfil del terrorista solitario.
Olivia Wilde
Si nunca fue nueva ni nunca envejece es una canción folk.
Oscar Isaac
La insolencia sólo disputas proporciona; con los que admiten consejos está la sabiduría.
Salomón
No te oculto nada. Ese espejo me recuerda mi desventura: somos dos y no una sola persona.
Silvina Ocampo
Vetinari golpeó con los dedos en la mesa.
Terry Pratchett
Él que sobre todas las cosas amaba la muerte, y que quizá sólo amaba a la muerte, amó y vivió con deliberada y pervertida curiosidad, tal y como ama un enamorado que deliberadamente se reprime ante el prodigioso cuerpo complaciente, dispuesto y tierno de su amada, hasta que no puede soportarlo y entonces se lanza, se arroja, renunciando a todo, ahogándose.
William Faulkner