En occidente tendemos a considerar que nuestra solución es superior a la de los samoanos, acostumbrados como estamos a encauzar los impulsos sexuales por sendas muy estrechas y aprobadas socialmente - pero con la luz que nos da contemplar las soluciones de la sociedad samoana, podemos considerar que el precio que tenemos que pagar por ello es demasiado caro.