El arma suya como periodistas es la palabra escrita. Mi arma es la palabra hablada. Yo uso cincuenta frases para redondear una idea y después ustedes tienen que ponerla en una línea. Eso a mí siempre me aterroriza, quizás porque no sé escribir. Lo que odio es cuando no aciertan en la transcripción. Prefiero que nadie me conozca a que me conozcan equivocadamente.