El plagio humano del que resulta más difícil escapar, para los individuos (e incluso los pueblos que perseveran en sus faltas y van agravándolas), es el de uno mismo.
Por un clavo se pierde una herradura, y por una herradura un caballo, y por un caballo un caballero.
La clemencia de los príncipes a menudo no es más que política para ganarse el afecto de los pueblos.