Lo único que puedo pensar ahora es que quiero verla otra vez, quiero ver su sonrisa y esos ojos increíbles que tiene, quiero... Abrazarla de nuevo... Y no dejarla marchar, nunca más.
Laura Gallego García
Ni (hay) entre los malos peor que el que de serlo se precia.
Alonso de Barros
Ansiedad, pesadillas y un colapso nervioso. Hay sólo una cantidad de traumas que una persona puede aguantar antes de que la lleven a la calle y empiece a gritar.
Cate Blanchett
Dentro de las entrañas de los elementos, y en él somos torturados y permanecemos eternamente. No tiene límites, ni está circunscrito por nada. Doquiera que nosotros estamos está el infierno y donde el infierno esté siempre hemos de hallarnos nosotros. Y, para concluir, cuando el mundo se disuelva y todas las criaturas sean purificadas, todo lo que no sea cielo será infierno.
Christopher Marlowe
Las calumnias son enfermedades de los demás que se declaran en nuestro cuerpo.
Friedrich Nietzsche
A pesar de que era la hora de comer, en Rogan Rothberg se miraba con malos ojos a cualquiera que se atreviera a salir para ir a almorzar.
John Grisham
En nuestra felicidad vivimos. En nuestro dolor observamos la vida.
José Narosky
Aclaremos algo, chico. La única razón por la que sigues consciente es porque no quiero llevarte. Ahora súbete a la camioneta.
Kiefer Sutherland
Es más fácil escribir diez volúmenes de principios filosóficos que poner en práctica uno solo de esos principios.
León Tolstói
La ironía de quien quiere engañar es que antes debe ser seducido por el propio engaño.
Leonid Andréiev
Siempre me han aburrido y repugnado las corridas de toros.
Miguel de Unamuno
Tierra y Libertad.
Ricardo Flores Magón
A Imposible le sobran 2 letras, A Imposible le falta valor... hay latidos que mueven la tierra.
Rosana
Nada está a salvo de la vida. Porque es vida lo que cava, quiebra y oscurece; vida la humedad, los hongos que florecen en los altos ángulos pasivos.
Santiago Kovadloff
No hay dicha para aquel que no ha recorrido el camino del dolor.
Stefan Zweig
La alternativa que se ofrecía a la población era adoptar la nueva fe con entusiasmo o someterse a ella por miedo al sufrimiento. La presión era tal que nadie podía superarla. Pero las reacciones fueron distintas: unos se negaron (y aceptaron morir), mientras que otros se sometieron (y aceptaron matar).
Tzvetan Todorov