Tenía que llegar en poco más de una noche desde Londres hasta Milán. Conseguí un vuelo que me dejó en París, había tormenta sobre toda Europa y los aviones no podían despegar. Allí, Maurice Trintignant me prestó un viejo Renault y llegué a Monza después de conducir toda la noche con lluvia. Durante la carrera, el cansancio fue más fuerte que yo.