Queremos que el espÃritu religioso, clave de los mejores arcos de nuestra Historia, sea respetado y amparado como merece, sin que por eso el Estado se inmiscuya en funciones que no le son propias ni comparta -como lo hacÃa, tal vez por otros intereses que los de la verdadera Religión- funciones que sà le corresponde realizar por sà mismo.