Los anteojos de aquel exiliado estaban sucios con el polvo de la nostalgia.
Jorge Díaz
Todo aquel que conoces teme algo, ama algo, y ha perdido algo.
Anónimo
Hay personas a las que la fortuna no les preocupa más que el miedo de perderla.
Antoine de Rivarol
No somos pobres -decía mi madre una y otra vez-. Porque somos ricos en amor.
Cheryl Strayed
El crimen organizado en México es que se origina, sostiene y nutre desde las estructuras del Estado, en particular de aquellas que teóricamente existen para combatir, precisamente, a la delincuencia.
Diego Enrique Osorno
La enfermedad que obliga a pasar más horas en la cama es una amante bonita.
Enrique Jardiel Poncela
Tener mujer e hijos es como haber entregado rehenes a la Fortuna; constituyen un impedimento para las grandes empresas, sean éstas buenas o malas. Ciertamente, las mejores obras y de mayor mérito para el público han sido ejecutadas por hombres célibes o bien sin hijos...
Francis Bacon
Mostrar publicidad en el cine, aunque es tedioso, ciertamente estimula los ojos.
John Dos Passos
Es más contagiosa la mediocridad que el talento.
José Ingenieros
Tras ciento cincuenta años de halago a las masas sociales, sabe a blasfemia afirmar que si imaginamos ausente del mundo un puñado de personalidades escogidas, apestaría el planeta de necedad y egoísmo.
José Ortega y Gasset
- ¿Estuviste en Vietnam? - Sí, estuve en Vietnam. - Yo también. - Y eso qué me hace, ¿tu amigo?
Josh Brolin
Todo extremismo destruye lo que afirma.
María Zambrano
Si ninguno pudiera intercambiar, si todo hombre estuviera forzado a ser completamente autosuficiente, es obvio que la mayoría de nosotros se moriría de hambre, y el resto escasamente podría mantenerse en vida. El intercambio es la sangre vital, no sólo de nuestra economía, sino de la civilización misma.
Murray Rothbard
Tanto mayor será el provecho cuanta mayor violencia te hagas.
Tomás de Kempis
Mike Jagger se mueve como si hiciera la parodia de la mezcla de una majorette y Fred Astaire.
Truman Capote
Entérate que tengo mucha sed y que sólo podré abrir cuando la haya saciado. Necesito la sangre de cincuenta niños: tómalos de entre los hijos de tus visires y los grandes de tu Corte... Ni mi sed ni tu curiosidad estarán satisfechas. Regresa, pues, a Samarah; tráeme lo que deseo; arrójalo tú mismo a este abismo; entonces verás.
William Beckford