La disciplina de la palabra escrita castiga tanto la estupidez como la falta de honradez.
John Steinbeck
Yo siempre he considerado que si algo no llegaba a ocurrir era porque no era el momento.
Ainhoa Cantalapiedra
Lo que más valoro es la observación del movimiento de los colores.
August Macke
He muerto muchas veces, acribillado en la ciudad... Pero es mejor ser muerto, que un numero que viene y va.
Charly García
Quien no ama su trabajo, aunque trabaje todo el día es un desocupado.
Facundo Cabral
Todas las grandes verdades comienzan por ser blasfemias.
George Bernard Shaw
Teología: esfuerzo de explicar lo que no se sabe, poniendolo en términos de no ser digno de saber.
H. L. Mencken
Procura que se hagan buenas ordinaciones y que sean bien guardadas; porque, en fin, no curan las muchas medicinas, sino las buenas y bien aplicadas.
Joaquín Setantí
El sujeto ha de pensarse como único fundamento, abstraerse del ente libre exterior y atribuirse a sí solo su actividad.
Johann Gottlieb Fichte
Sin Dios la sociedad acaba deshumanizada.
Juan Pablo II
Que se emplee el que es discreto en hacer un buen soneto, bien puede ser. el que en hacer dos se emplea no puede ser.
Luis de Góngora
La Naturaleza, que sabe crear flores para ser comidas por gusanos y planetas para ser destruidos en una explosión, puede crear Humanidades para ser anonadadas por la muerte.
Manuel González Prada
No te preguntes por lo que no tienes, ve lo que si tienes y luego dí: está bien, aquí es donde estoy.
Nick Vujicic
Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del diablo.
Pablo de Tarso
La crueldad es esencial para conservar el poder. Sin crueldad puedes parecer débil, y los adversarios se aprovechan de ello. Es como con los perros: el que gruñe más fuerte se convierte en el macho dominante.
Roberto Saviano
El infinito ciclo de las ideas y de los actos, infinita invención, experimento infinito, trae conocimiento de la movilidad, pero no de la quietud; conocimiento del habla, pero no del silencio; conocimiento de las palabras e ignorancia de la palabra.
T. S. Eliot