Los narradores de historias de las ciudades falsean de tal manera la vida, que la hacen aparecer dulce a los ojos de los perezosos, de los estúpidos y de los débiles, y ello sólo sirve para volverlos aún más perezosos, débiles y estúpidos, sin enseñarles nada, ni hacerles el menor bien, ni elevar su corazón.